El
'corralito' es el nombre de una historia que sucedió el 3 de diciembre de 2001,
fecha en la que se publica el decreto 1570/2001, por el que se limitaba la
retirada de efectivo de las entidades bancarias a 250 dólares a la semana.
Todo empezó
muchos años atrás. Mientras caía el Muro de Berlín, en 1989, el país
sudamericano se sumió en la hiperinflación, después de toda una década de los
80 con la economía estancada y los precios descontrolados.
La salida fue
sorprendente y, a la postre, germen de lo sucedido en el cambio de siglos. En
abril de 1991 se implantaba el plan de convertibilidad, por el que se fijaba el
valor del peso argentino a la par del dólar estadounidense. Al mismo tiempo, se
limitaba estrictamente la capacidad del Banco Central para generar nueva
moneda.
En un
principio se consiguió el objetivo, de forma que la inflación media en el
periodo 1992-2001 rondó el 4%, el PIB creció de forma considerable hasta 1998,
las exportaciones se recuperaron…
La apertura
financiera y comercial al resto del mundo supuso un aumento de los depósitos y
créditos en dólares, entrada libre de la inversión extranjera tanto en la
economía real como financiera, y como
consecuencia un aumento de la demanda internacional de pesos y una apreciación
real de la divisa
El otro
efecto derivado de la entrada de flujos de capital del exterior fue el aumento
de la deuda exterior, ya que parte de los flujos de fondos se destinaron a
inversiones financieras (como por ejemplo bonos denominados en dólares o
préstamos bancarios). De esta manera, la deuda externa total sobre PIB pasó de
27,4% en 1992 a 51,1% en 1998 correspondiendo sobre
todo al endeudamiento del sector público..
Sin
embargo, a partir de 1998 la situación comenzó a cambiar y empezaron a
encadenarse las malas noticias. Primero, vinieron de fuera, con el impago
decretado por Rusia y la devaluación del real brasileño en enero de 1999.
Argentina, cuyo Banco Central ya no tenía poder alguno sobre la moneda, no pudo
reaccionar con devaluaciones propias. Y éste fue su primer lastre.
La economía
argentina perdió competitividad como consecuencia de la apreciación de la
divisa, lo que unido a la caída del precio de las materias primas (que suponían
la mayor parte de sus exportaciones) y al aumento del precio del crudo, provocó
un gran deterioro de la balanza comercial.
A partir de
aquí, comienza la recesión más prolongada para Argentina. En esas fechas Carlos
Saúl Menem estaba por finalizar su segundo mandato como presidente y se
comenzaba a apostar por un nuevo gobierno. De hecho, un año después Fernando de
la Rúa vence en las elecciones y pasa a ser proclamado presidente de
Argentina. Al llegar al poder se
encuentra con que su antecesor había dejado un déficit fiscal de 7.350 millones
de pesos.
El elevado
endeudamiento, el aumento de déficit y la recesión acabaron generando una
situación de gran desconfianza entre los inversores que dio origen, a partir de
mediados de 2001, a una fuga importante de capitales.
En Junio el
presidente De la Rúa pide auxilio al FMI y a los bancos privados para reducir
la presión de la deuda externa realizando el llamado “Megacanje” por 29.500
millones de dólares americanos.
A pesar de
esas medidas continuó la fuga de depósitos de los bancos, la carga de la deuda
externa sobre el gobierno seguía pesando, había un descontento popular por las
condiciones impuestas por el FMI a cambio de ayuda y el desempleo suponía casi
el 18% de la población activa.
De forma
paralela, los bancos perdían depósitos a millones (cerca de 20.000 millones de
dólares entre primavera y otoño) y el sistema financiero se encontró con que
sólo podía financiarse con bonos del Gobierno que no iba a cobrar.
El 3 de
diciembre, finalmente, se publica el decreto conocido como 'corralito', por el
que se limitaba la retirada de efectivo de las entidades bancarias a 250
dólares a la semana. Aunque no había límite para pagar en
cheques, la población se echó a la calle y empezaron las manifestaciones y
caceroladas.
El 20 de
diciembre se celebró la gran manifestación de la crisis argentina en la
plaza de mayo, donde murieron seis jóvenes bajo los disparos de la
Policía. Se declaró el estado de sitio. Dimitió el Gobierno de De la Rúa, a quien
le sucedió un más efímero aún Rodríguez Saa.
Pese a su
poco tiempo en el cargo, él fue quien anunció que el país entraba en default
ante sus acreedores internacionales. En total, cerca de 100.000 millones de
dólares sin pagar.
Le
sustituyó, a los pocos días, Eduardo Duhalde, que puso en marcha una ley de
emergencia económica por la que se ponía fin a la convertibilidad. En el 2002 se deroga la “Ley de la Convertibilidad del Austral”.
Todos los créditos se pesificaron y se establece el nuevo tipo de cambio
oficial en 1,40 pesos por dólar estadounidense. A esto de le denomino
“corralón”, donde además el gobierno de Duhalde confiscó y devaluó los
depósitos a plazos fijos.
El
resultado inmediato para los argentinos fue desastroso. Argentina, el llamado
"granero del mundo" a comienzos del siglo anterior, estuvo cerca del
infierno. El desempleo superó el 20%, la pobreza llegó al 50% y la indigencia
al 27%. El PIB se desplomó en un 10,9% en 2002.
Once años
después con el gobierno de Fernandez de Kirchner se llega al fin del corralito.
El 3 de Agosto de 2012, la presidenta pagó la última cuota de los 19.500
millones de dólares, que emitió el Estado en bonos para financiar a las
víctimas de la mayor crisis de la historia de Argentina.
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